La democracia bipartidista se ha convertido en un día a día tan estandarizado que casi ni nos planteamos otras opciones. Un caso parecido es el de Coca-Cola y Pepsi. Hay alternativas, pero ¿a alguien le importan? Al menos, salvo gustos especiales, suelen tratarse de las mejores opciones (yo no me veo comprando cola del Día). ¿En política? ¡Ja! ¿En política española? ¡Ja, ja! ¿Rubalcaba o Rajoy? La misma pregunta de siempre, disfrazada con nuevos nombres. Marionetas de los mismos partidos (y mercados) que desde el asentamiento de la democracia en España han marcado nuestro devenir político, económico y social.
¿Por qué buscar diferencias entre ambos? Diferente discurso (más o menos), mismos resultados. Mejor y más divertido fijarse en frivolidades como peinados o estilismos; expresiones o tics; nos van a aportar exactamente lo mismo. Hay quien se empeña en aferrarse a alguno de los dos, aunque en el caso del PP bien podría tratarse de un cactus que muchos le votarían igual. En esta derecha nos encontramos con afinidad a un partido más que a un candidato; mientras que con Rubalcaba sí que hay más feedback entre su persona y algunos futuros votantes. En realidad tampoco importa, la cerrazón en ambos bandos es la misma: somos como borregos que no se plantean que aparte de a o b, puede haber c, ¡incluso d!
Por suerte, y gracias al movimiento 15-M, parece que una parte de la ciudadanía empezamos a despertar; pero aún queda mucho trabajo por hacer. Además, por si fuera poco el letargo en el que estamos sumidos, ponen aún más trabas a los pequeños partidos para presentarse a las elecciones. Han visto que la chispa ha saltado, ahora hay que prevenir antes de curar. Sin embargo tampoco es complicado plantearse que si en vez de PP o PSOE fueran otros partidos los que ostentaran el poder y estos dos fueran minoritarios, ¿la situación sería la misma? ¿Es que es imposible escapar del poder y su habilidad para corromper conciencias? Entonces este artículo no tiene sentido alguno. Y sí, estamos jodidos.